El PGA Tour se ha rasgado las vestiduras con el nacimiento del Circuito impulsado por el Fondo de Inversión Estatal de Arabia Saudita, que ha roto el mercado con sus ofertas económicas. Y el enfado ha llevado al Comisionado del PGA Tour, Jay Monahan, primero a negar el permiso para que los jugadores de su tour puedan competir en el LIV Golf Invitational Series y, después, a sancionar con la suspensión indefinida a los jugadores participantes, entre ellos Sergio García. Esta medida se llevará a efecto en todos los circuitos que controlan: PGA Tour, Korn Ferry Tour, PGA Tour Champions, PGA Tour Canadá y PGA Tour Latinoamérica.
Vamos a dar un salto en el tiempo y pararemos en los primeros años del Circuito Europeo, actualmente DP World Tour. En aquellos años, el Circuito Americano era “el gran circuito” mundial. Los mejores premios, el mejor escaparate… La consecuencia es que los jugadores europeos querían competir allí para aspirar a premios más altos, pero el PGA Tour, no lo autorizaba.
El PGA Tour aprovechaba su situación dominante, para evitar que los europeos fuesen a competirles los premios. Eran sus torneos, y sus premios para sus jugadores.
Ocurrió que Severiano Ballesteros había saltado al estrellato con su segundo puesto en el Open Británico con 19 años y se había consagrado como ganador del Orden de Mérito europeo en 1976 y 1977. Su impacto era mundial y el Open de Greensboro tuvo la idea de invitarle a jugar la edición de 1978, con anterioridad al Masters. A Severiano le venía de perlas porque le servía de aclimatación para el torneo de Augusta, pero a Deane Beman (entonces Comisionado del PGA Tour) no le parecía tan bonito, porque atentaba contra sus reglas, contra sus jugadores. Finalmente tuvo que ceder y… ¡Severiano Ballesteros ganó el torneo!
Ya dicen que las desgracias nunca vienen solas y a Beman entonces se le presentaba la “deshonra” de tener que conceder la tarjeta del tour al jugador español, cosa que hizo.
Infiltrado en el PGA, Severiano nunca dejó de reivindicar que él era un “jugador internacional” y debía poder estar libre para jugar en Estados Unidos, Europa, Asia, Australia o Africa, porque en todos los sitios querían verle. No fue fácil sortear las férreas obligaciones que imponía Beman, pero lo consiguió. Igual que logró abrir la puerta para que los mejores jugadores europeos pudieran ser aceptados para jugar en Estados Unidos. Esto afectaba al Circuito Europeo, que pasaba a perder a sus mejores jugadores, pero nada podía hacer para competir con los mayores premios del PGA Tour. Y, como el dinero manda en el deporte profesional, el PGA Tour estaba encantado con el nuevo panorama: tenían a sus jugadores y a los mejores extranjeros, con lo que consolidó su posición de dominio del golf mundial.
En los años 80 empezaron rumores sobre un “circuito mundial”, idea que defendían dos de los perjudicados por el control americano: el propio Severiano y el australiano Greg Norman. No hubo acuerdo para poder encajarlo con los diferentes circuitos, que se pretendía estuvieran presentes en el proyecto, y la idea se durmió.
Pero ahora el australiano lo ha despertado del sueño para salir al mercado con virulencia. Ahora cuenta con el dinero que no contaba entonces y, en consecuencia, le importa poco llegar o no a un acuerdo con el resto de los circuitos. Ahora él maneja el dinero dominante para establecer el circuito, aunque quiere ser flexible en las formas. Intentó llegar a acuerdos, pero el PGA Tour se negó y bajo su paraguas se resguardó el DP World Tour, pendiente de mantener las mejores relaciones con los norteamericanos. Pero el monopolio se ha roto y parece que la rotura va a durar al menos unos años. Quizá sería conveniente entender que otros también pueden participar en las reglas de juego.
“Esos jugadores han optado por firmar contratos lucrativos de varios años para jugar en una serie de eventos de exhibición contra los mismos jugadores una y otra vez”, declaró Monahan, al tiempo de reiterar su optimismo sobre el futuro del PGA Tour.
Con declaraciones incendiarias no se podrá encajar el puzzle. Está claro que cada circuito ofrece sus atractivos y deberían poder convivir. El PGA Tour seguirá teniendo el respaldo de sus patrocinadores, pero el novedoso LIV Golf Invitational Series cuenta con el dinero suficiente para convencer a nuevos buenos jugadores. Los intereses de quienes jueguen en cada uno de ellos (la gloria con menos dinero en el Tour; dinero con menos gloria en el Invitational) son igualmente legítimos y sólo obedecen a los intereses personales de cada quien.
Y queda el público, juez final de la contienda. Y la información que tengo es bastante equilibrada entre la pasión de la final eléctrica vivida en Canadá y la exhibición sin tensión en el espectáculo de Londres… a pesar de la salida a tiro que a muchos disgusta.

Deja tu comentario