El protagonista de nuestra historia es Gene Sarazen, conocido cariñosamente como “squirrel” (ardilla). En aquella ocasión, en la edición de 1935, jugaba en el último partido junto al también legendario Walter Hagen. Sus posibilidades de triunfo eran muy pocas, pues se encontraba a tres golpes del líder, Craig Wood, a falta de cuatro hoyos. Hay que comprender que, si bien hoy en día esa diferencia podría considerarse recuperable, aunque sólo fuese milagrosamente, en aquellos años era una hazaña casi impensable.
Los reporteros de la época había hecho ya sus entrevistas a Wood y se encontraban jugando al bridge después de haber mandado sus respectivas crónicas a los periódicos, cuando la voz de un muchacho por una de las radios anunciaba que Sarazen había conseguido hacer un dos en el hoyo 15, el último par 5 del campo. La noticia era increíble, y así la entendieron todos en un principio, suponiendo que el muchacho que comunicaba la noticia se había equivocado y que ese “dos” correspondería al hoyo siguiente, de par 3.
Pero fue tanta la insistencia que, aunque sólo fuera por la posibilidad de que fuera cierto, tuvieron que salir corriendo al campo para confirmarlo.
Y así fue. Cuando ya nadie confiaba en las posibilidades de los componentes del último partido, Sarazen, que había colocado su bola en el centro de la calle del hoyo 15, siguió los consejos de su caddie de ir a por todas. Hagen, que no confiaba ya en la posibilidad de que nada pudiera cambiar la suerte del campeonato, le instaba a que se diera prisa, puesto que tenía una cita esa noche.
Sacó la madera 4 de su bolsa y golpeó la bola con absoluta solidez, buscando la posibilidad de hacer un birdie. La bola botó unos centímetros corta de green y, mansamente, rodó hasta el interior del hoyo.
Años más tarde, el propio Sarazen se deleita contando la historia y comentando cómo “en aquel momento no habría más de cuarenta personas alrededor de aquel green y sin embargo, a lo largo del tiempo, he conocido a más de veinte mil personas que dijeron haberlo presenciado”.
Quienes sí se encontraban allí fueron el propio Walter Hagen y el mismísimo Bobby Jones, padre y alma del campo y del torneo, que presenciaba el juego subido a un montículo desde donde podía contemplar el green del hoyo 15 y el del 17.
También él tuvo la oportunidad de presenciar la forma en que Sarazen jugó los tres últimos hoyos, en los que ya le bastaba el par para empatar o, incluso, algún birdie para ganar. No fueron hoyos carentes de tensión, pues Sarazen dejaba su bola siempre lejos de la bandera para meter el par pero, sin embargo, la embocaba con absoluta firmeza y decisión por el centro del hoyo. Al día siguiente Sarazen salió a desempatar con Craig Wood, le ganó el desempate a 36 hoyos por cinco golpes y, con ello, ganaba el segundo Masters de la historia.
Hoy el hoyo tiene una apariencia ligeramente cambiada, después de que decidieran alargarlo, así como ampliar el lago que defiende su green. También existe un puente y una placa construidos para conmemorar aquél golpe que, si bien no ha sido el más espectacular del Masters, sí es el más famoso. A la “ardilla” le sirvió para convertirse en el primer jugador en la historia que ganaba los cuatro “grandes” y a los periodistas para que no se dieran tanta prisa en escribir sus crónicas.

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